De esperezarse

Fotografía: Ester Valverde

Octubre. El mes que me vio nacer y en el que terminan mis vacaciones blogueras. Es normal que después de varios meses de ausencia cueste volver. Igual que cuando la siesta se nos alarga sin querer y tenemos que hacer un esfuerzo extra para salir del letargo, para que los ojos se abran de nuevo. Incorporarse en el sofá hasta parece la tarea más complicada del universo y es que, además, necesitas unos cuantos minutos para situarte de nuevo en ese universo. ¿Dónde estoy? ¿Qué hora es? Espera, yo tenía tres hijos, ¿verdad? Ay, madre, ¿qué estarán haciendo? Tranquila, respira, están con su otra madre. Ah, bueno, entonces me puedo tumbar otra vez.

Desperezarse, sacudirse la pereza o librarse del entumecimiento de los miembros. Suena sencillo cuando solo es eso, estirar lo brazos, la espalda y el resto de tu cuerpo antes de levantarte. Cuando las únicas huellas que te deja haberte quedado dormida después de comer son bostezos incontrolados y la mente como en ralentí un par de horas tal vez. Pero cómo se sale del aturdimiento cuando el descanso ni siquiera te ha servido para tomarte una siesta revitalizante, cuando en vez de meses de relajación, de despreocupación, has tenido todo lo contrario: el miedo al peor de los déjà vu.

Yo quería que mi descanso bloguero me sirviera para concentrarme en una sola cosa, pero las circunstancias de la vida, a veces, te impiden cumplir tus planes porque las personas que quieres son más importantes. Este verano me he llevado un buen susto que me hizo revivir emociones del peor día de mi vida. Y mira, qué queréis que os diga, deseo con todas mis fuerzas que ese siga siendo el peor for ever and ever. Por fortuna, aún lo es. El susto, de momento y cruzando todos los dedos que tengo, se quedó ahí. Aunque el estado anímico que me dejó no se me ha ido del todo y claro, desperezarse, desentumecer la mente, estirar las neuronas para que se levanten del sofá y se pongan, por ejemplo, a escribir, me está costando mucho, muchísimo. Y no solo para sacar esta entrada adelante y las que tienen que seguirle, sino también para avanzar en el único propósito de este año, el cual tendrá que extenderse al siguiente. Con las ganas que tenía de trabajar en él. Con la ilusión que me hacía… Y, aun así, no he podido avanzar casi nada, qué penita. En fin, qué se le va hacer. No podemos controlar lo que sucede a nuestro alrededor, lo único que nos queda es intentar mantener la calma y seguir nadando aunque sea más despacio. Ser compresivos con nosotros mismos de vez en cuando. Permitirnos caer y caer hasta tocar el fondo y caminar un poco por él hasta que recuperemos las fuerzas necesarias para tomar el impulso que nos devolverá a la superficie.

Este solo es un paso por ese fondo. No es muy grande, pero ahora que lo he dado me siento un poco mejor.

6 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Marta Catala dice:

    🥰y a mí me encanta que hayas dado el pasito de escribir otro post. Así van las cosas: paso a paso y por orden de prioridades

    Seguimos

    (Y mantengo el látigo a mano ;))

    1. Jajaja… Pues no lo mantengas mucho, a ver si se te va a quedar la mano agarrotada para siempre. 😛

  2. Maribel dice:

    Ya te lo dices : “No podemos controlar lo que sucede a nuestro alrededor, lo único que nos queda es intentar mantener la calma y seguir nadando aunque sea más despacio. Ser compresivos con nosotros mismos de vez en cuando”.
    Un besazo. Y otros cinco más para tu bonita familia incluido el perrete.

    1. Besos por cinco para ti y para Beluska.
      Un abrazo enorme, Maribel.

  3. Maese Meiga dice:

    Mira ella, qué mayor se me ha hecho… Con todas las comas en su sitio y todo 😂
    Bienvenida, compañera bucanera 😉😎

    1. ¿Has visto? Las comas, los puntos y los dos puntos. Siéntete orgullosa, Maese. 😂
      Bienhallada, compi.😘

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