El día que conocí a Francisco Brines

Libro Francisco Brines

Hace unos cuantos días y gracias a una amiga, asistí por primera vez a una lectura de poesía. Resulta que hay un pueblo, a unos 10 minutos en coche de Salamanca, que cada año la organiza con la colaboración de distintos poetas que acuden a leer sus poesías. Este pequeño pueblo se llama Juzbado, y tiene papeleras pintadas originalmente, proyectos culturales (y ecológicos) muy interesantes y un mirador natural donde reposan en placas una selección de poemas, uno por cada poeta que ha compartido allí su obra con todo aquel que quisiera escucharla. Este interesante proyecto tiene el nombre de «Juzbado libro abierto».

Este año fueron tres poetas, uno de ellos Francisco Brines, al que, todo hay que decirlo, no conocía. Afortunadamente la casualidad hizo que estuviera en Salamanca el año justo y el fin de semana adecuado para acabar con mi ignorancia.

Leyó tres poesías e introdujo cada una con una historia ligada a ellas. Después de la primera a mí ya me había ganado y a mi amiga también. Persona entrañable donde las haya, hombre con 81 años de sabiduría, a quien es fácil imaginar rodeado de jóvenes compartiendo con ellos sus enseñanzas sobre la vida. No pude evitarlo, me compré su libro «Yo descanso en la luz», donde se pueden leer un selección de sus poemas, y regresé con unas palabras compartidas y una dedicatoria.

Puede que él no lo sepa nunca pero en mi mente se dibujó un gran personaje a partir de él, quizá algún día le dé vida. Mientras tanto os dejo con la última poesía que leyó y que introdujo con estas palabras:

«Yo creo que es una fortuna que los recuerdos sean más de los buenos que de los malos. Esto nos ayuda mucho a vivir. Digo esto porque, paradójicamente, este poema gusta más a los que ya no son jóvenes, que a los que continúan siéndolo. Es decir, el joven vive el día a día y aún no ha mitificado la maravillosa edad en la que vive, porque tiene partes positivas y partes negativas. Y el que ya lo ha vivido, abandona esa parte negativa, quedando solo la mejor»

«Los Veranos»

¡Fueron largos y ardientes los veranos!

Estábamos desnudos junto al mar,

y el mar aún más desnudo. Con los ojos,

y en unos cuerpos ágiles, hacíamos

la más dichosa posesión del mundo.

Nos sonaban las voces encendidas de luna,

y era la vida cálida y violenta,

ingratos con el sueño transcurríamos.

El ritmo tan oscuro de las olas

nos abrasaba eternos, y éramos sólo tiempo.

Se borraban los astros en el amanecer

y, con la luz que fría regresaba,

furioso y delicado se iniciaba el amor.

Hoy parece un engaño que fuésemos felices

al modo inmerecido de los dioses.

¡Qué extraña y breve fue la juventud!

Francisco Brines – «El otoño de las rosas» (1986)

P.D.: Los otros dos poetas fueron Antonio Colinas y Carlos Marzal, a los que tampoco conocía (parece ser que me quedé en la generación del 27). Y cada poesía era acompañada suavemente por música en directo.

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Jope, qué suerte y qué maravilla.
    Me ha gustado mucho, muchísimo el poema. Pero más si cabe la reflexión previa.
    Voy a empezar a replantearme lo de asistir a recitales y lecturas de poesía porque creo que yo también me quedé en la generación del 27…
    ¡Un abrazo!

    1. Hola LnaXIII.
      La verdad es que sí, que fue una suerte. Te recomiendo que leas más poemas de él, la mayoría son geniales. Y si asistes a un recital, cuéntame qué tal te resulta la experiencia. 😉

      Un abrazo y gracias por tu comentario.

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