“En el Corán, lo primero que Dios le dijo a Mahoma fue «lee»”.
Alia Muhammad Baker, New York Times, 27 de julio de 2003.
Cada noche, antes de acostarle y si el cansancio no nos vence, le leemos a nuestro hijo mayor un cuento (los mellizos aún tendrán que esperar un poco). No sé si así conseguiremos que Don Lope cuando sea mayor tenga amor por la lectura, pero por nosotras que no quede. Así que solemos ir de vez en cuando a la biblioteca y procuramos escoger cuentos que tengan historias que a él no solo le entretengan, sino que también alimenten su curiosidad y le enseñen. Encontrar libros así para alguien que tiene cuatro años es más difícil de lo que parece porque o son demasiado simples (mucha ilustración, poco texto) o demasiado complejos (mucho texto, poca ilustración). Si encima tienes que ponerte a buscar entre cientos de ellos, leyendo cada uno para asegurarte de que lo que cuenta te parece, además de interesante, lo más acorde posible a tus valores, pues puedes acabar convertida en un bonito esqueleto con un libro cualquiera entre las manos. La decoración perfecta para Halloween.
Así me encontraba un martes por la tarde: buscando en la biblioteca un par de libros para leerle a Lope por la noche. Unos que tuvieran una buena historia, sencilla pero entretenida y, a ser posible, con moraleja. Vamos, chupado. Empecé por la sección primeras lecturas para niños de más de cuatro años y acabé en la de niños de más de siete. Y, al final, me di por vencida, ya le leería alguno de los que teníamos en casa por enésima vez. Además, ya eran las seis y media y no solo habíamos ido a la biblioteca en busca de libros, sino también para escuchar a una cuentacuentos. Podía haber dejado a Lope allí con los demás niños y seguir mi búsqueda, pero la cuentacuentos nos ofreció asiento a los padres y madres que se quisieran quedar. Me pudo la curiosidad (y las pocas ganas de seguir indagando por el montón de estanterías) y me senté, esa tarde tocaban historias que giraban entorno a bibliotecas. Una nunca sabe qué caminos la llevaran a toparse con un buen libro, uno que despierte su atención. Isabel, una magnífica cuentista, narró bajo la atenta mirada de niños y adultos varios cuentos, entre ellos uno que me pareció muy especial: “La bibliotecaria de Basora. Una historia real de Iraq”.
“La bibliotecaria de Basora” cuenta la historia real de Alia Muhammad Baker, directora de la Biblioteca Central de Basora, y de cómo logró salvar, ayudada por amigos y vecinos, la mayor parte de los libros que ésta contenía antes de que se incendiara a consecuencia de la guerra que asoló (y asola) Iraq. Esta historia primero llegó a oídos de una reportera del New York Times llamada Shaila K. Dewan y la convirtió en noticia, en entrevista. Esa entrevista fue leída por la escritora e ilustradora Jeanette Winter y ella la transformó en cuento. Un cuento que habla de lo tristes que son las guerras y de cómo afectan a personas como tú o como yo. Una historia sobre lo valiosa que es la cultura, las culturas, todas ellas. De lo importantes que son los libros, símbolos y guardianes de esas culturas. Cada uno de ellos es una pieza del puzle que conforma la historia de nuestro mundo, de lo que fuimos, lo que somos, lo que podríamos ser. En ellos se habla de la vida y de la muerte, del porqué de las cosas. Nos enseñan, nos abren la mente. Son un arma muy poderosa por eso es lo primero que prohíben, manipulan o destruyen aquellos que nos quieren someter, que nos quieren engañar, porque nuestra memoria es frágil y voluble, pero los libros no. “La bibliotecaria de Basora” narra la historia de una de esas heroínas anónimas que posiblemente no aparecerá en las páginas de los libros de historia, pero que su amor por ellos los salvó de una guerra, el peor invento del hombre. Ella los protegió mientras soñaba con una nueva biblioteca, reconstruida en 2004.
“La biblioteca es un lugar de encuentro para todos aquellos que aman los libros. Allí hablan de las cosas del mundo y de las cosas del espíritu. Hasta hoy. Hoy solo hablan de la guerra”
“La bibliotecaria de Basora” de Jeanette Winter.
«Son un arma muy poderosa por eso es lo primero que prohíben, manipulan o destruyen aquellos que nos quieren someter, que nos quieren engañar». Gran verdad esa.
Y ahora con el nuevo enfoque, guerra sucia tras las líneas: conseguir no tener que actuar sobre los libros porque nadie se preocupe de buscar refugio en ellos. Viralidad, fotos de comidas, videos de gatitos o gente chillandose a todas horas, espejos y humo cortoplacistas que desvían, atrapan y retienen la atención de la masa, dejándola inerme y tan preparada para sobrevivir intelectualmente como un pingüino en medio del desierto. Y les está saliendo tan bien la jugada que hasta les explota en la cara, véanse casos como el de Trump y aledaños.
Un saludo,
J. A.
Pues sí, algunos no se preocupan y otros no tienen acceso a ellos. Así gana la política del miedo y de la mentira. Triste pero cierto.
Un saludo y gracias por comentar.