Hace seis años, una mañana de domingo, un par de amigas alquilaron una sala en los desaparecidos cines «Roxy» de Valladolid para proyectar su humilde cortometraje documental. Querían que todos aquellos que habían participado de forma desinteresada en él pudieran disfrutarlo en pantalla grande, en un cine como los de antes. Era el 26 de junio de 2011, el final de un camino que comenzó más de un año antes de la manera más inocente. Cristina, mi amiga, en una de esas aburridas mañanas sin nada interesante que hacer en el trabajo, me habló de una idea que se le ocurrió viendo una película. Y yo, a pesar de no ser una persona muy emprendedora, al oírla no pude evitar soltar aquello de… ¿Y por qué no? Vamos a hacerlo. Y es que si estudiaste en una escuela de cine porque soñabas con ganar un Goya algún día y al final la realidad te lleva a hacer poco más que vídeos institucionales, la emoción se te desborda a la mínima, bendita sea.
Sin mayores pretensiones que acabar lo empezado y aprender por el camino, conseguimos que otros amigos se unieran al carro (a nuestras parejas las engañamos vilmente). Cada uno ponía lo que tenía: cámaras, mesa de sonido, el estudio donde grabarlo, la iluminación, el equipo de edición… hasta completar el equipo técnico necesario. Solo faltaba encontrar voluntarios que se prestasen a contar frente a un par de cámaras y muchos focos cuál era su recuerdo más feliz. Ya ves, nada pretencioso. ¿Y dónde se encuentra gente maja que se conforme con un piscolabis, una copia en DVD y un gracias? Pues donde va a ser: en la familia, en más amigos, en amigos de esos amigos y la familia de esos amigos.
A veces sucede que cuanto más sabes sobre la técnica de un arte, al estudiar sobre lo que está bien y lo que no lo está tanto, su historia, su evolución, sus pequeños trucos, ya no lo disfrutas de la misma manera porque te vuelves más exigente, porque lo miras con los ojos críticos del que está aprendiendo, diseccionándolo y analizándolo hasta el milímetro. Te vuelves un poco engreído, sacando defectos y ensalzando virtudes como si tu opinión fuese poco más que una ley grabada en piedra.
También sucede que cuando tienes el valor de poner en práctica toda esa técnica que has aprendido y absorbido hasta la saciedad, te das cuenta de que no es tan fácil y que, en realidad, no tienes ni idea de lo que estás haciendo. Descubres que hay dos partes de tu cerebro: la teórica y la práctica, y que la una sin la otra no son nada. Entonces esos ojos críticos se vuelven más humildes, así que cuando descubres que algo no está del todo bien según tu parte teórica, procuras no soltar sapos y culebras por tu boca, despotricando a lo loco de esto y lo otro, indignada, porque la parte práctica estará ahí para recordarte que tú no te creas que lo harías mejor. No sin cometer mil y un errores antes. Y a las pruebas se remitirá.
Un ensayo sobre la felicidad, ahí es nada. En realidad sobre qué momentos destacaríamos de nuestra vida dependiendo de nuestra edad y nuestras vivencias. ¿Qué elegiría una persona de veintipocos?, ¿y de más de cuarenta?, ¿y un niño?, ¿y un hombre, ya anciano, que vivió una guerra?
Los picos de felicidad la mayor parte de las veces coinciden con aquellas experiencias que creíamos inalcanzables, que nos costaron mucho lograr o que nunca hubiéramos imaginado vivirlas ni en el mejor de nuestros sueños. Esas experiencias, esas expectativas, cambian a lo largo de nuestra vida. Con cinco años puede que la felicidad sea tener el mismo reloj que usa tu personaje favorito de la tele. Con treinta, aprobar las oposiciones en las que llevas años preparándote. Con sesenta que tus nietos te llamen «ela» en vez de abuela mientras se lanzan a darte un abrazo. Aunque también ocurre que cuando alcanzas un pedazo de uno de tus sueños resulta que no te sientes tan feliz, que te sientes también un poco triste. Porque, por ejemplo, no lo puedas compartir con alguien a quien quieres mucho. Porque la felicidad compartida siempre es mucho más.
El 26 de junio de 2011 se proyectó por primera vez, en una pantalla gigante de una sala de cine como los de antes, un cortometraje que yo había co-dirigido. El 26 de junio de 2011 mi señora esposa ya estaba embarazada del que sería nuestro primer hijo: Lope. El 26 de junio de 2011 hacía quince días que mi madre había fallecido. Nunca supo que iba a ser abuela. Nunca pudo ver este cortometraje terminado pero me ayudó en la grabación de uno de los testimonios y su risa se oye de fondo mientras él habla, capturada para siempre.
La felicidad es algo muy complejo, cada persona la vive de forma distinta, como todos los sentimientos. Que tus primeras (y segundas, y terceras…) obras, ya sean cinematográficas o literarias, no estén llenas de fallos es algo imposible; y cada cual comete los suyos propios. Qué es la felicidad cambia a lo largo de nuestra vida y la experiencia, la práctica, hace que vayamos haciendo algunas cosas un poco mejor. Podría parecer que todo se aprende con el tiempo, hasta las emociones.
¿Qué dices? ¿Que después de todo este tostón quieres ver el susodicho cortometraje? ¿En serio? Vale, vale, aquí te lo dejo bajo tu responsabilidad. Es la versión más corta (imagínate cómo era la larga), a mi pesar y el de mi amiga Cristina faltan muchos de los que participaron, a todos les doy de nuevo las gracias por hacer posible esta irrepetible experiencia.
«PERDICES» con subtítulos en inglés.
P.D.: Bueno, lo de soltar sapos y culebras a veces se me escapa, pero después me siento «Supermal». 😛
Solo puedo enviarte un beso… (bueno, y decirte que te falta una «t» en el primer «soltar»). (Ya… Otra persona no hubiera dicho nada, hablaría de cómo fue sentarse en esa butaca y verse en versión gigante, del «y sube, y baja, y sube y baja» de su sobrino, o de su abuelo de entonces 94 diciendo que lo importante es la familia… pero es que soy así, y así es como me quieres… Recuérdalo 😘)
Jajaja… Lo recuerdo, lo recuerdo, imposible olvidarlo. Ya sabes, yo no te querría de otra forma y como ya eres muy mayor para cambiar… va a ser así lo que te queda de vida. 😛
Enviando otro beso.
Me encanta el corto. Si te soy sincera, es extraño ver cómo te hace sonreír el mero hecho de ver a gente que no conoces contándote sus recuerdos felices. Hicisteis un gran trabajo.
Muchas gracias, me alegro de que lo hayas disfrutado y, sobre todo, de que te haya hecho sonreír. La verdad es que para la experiencia que teníamos y el presupuesto que manejamos no está mal. 😛