Ya lo he dicho alguna vez, septiembre es el verdadero mes primero, no enero. Septiembre es el mes de los regresos, de la vuelta a la realidad después de un idílico (si has tenido suerte) parón vacacional. Para algunos, reencontrarse con la rutina diaria, los horarios y esas cosas que debe hacer (casi) cada ser humano de este planeta, es un marrón del copón. Para otros, una bendición. Y yo estoy convencida de que este segundo grupo está lleno de humanos con hijos. Qué quieres que te diga, el colegio es maravilloso en muchos sentidos.

Regresar a una parte de ti, a una porción de tu vida, es lo que hacemos en septiembre. Y es que no somos seres unidimensionales como esos personajes de novela barata o de serie mala. Yo llevaba muchos septiembres sin reencontrarme con ciertas partes de mí, importantes y vitales. La maternidad es muy exigente y, por mucho que te mentalices, que creas saber cuánto, siempre te quedarás corta en la demanda, en la energía y el tiempo, en los sacrificios, que pedirá a cambio. Y, no, esta no es una entrada sobre arrepentimientos, no, porque no los hay, para nada. Esta es una entrada multidimensional, porque mi cuerpo menudo contiene muchas personas diferentes y me he propuesto recuperarlas a todas antes del próximo septiembre; las necesito, las quiero, a todas.

El pasado 2 de agosto, en uno de esos momentos impulsivos que nos dan a veces, uno de esos “a la mierda”, al recordar que esa misma noche el grupo de country en el que canta mi gran amiga Nuria (hola, cari :P) tenía concierto, le propuse ir a grabarles y hacerles un videoclip de una de sus canciones, la que eligieran. Aceptaron encantados. Así que ahí me vi, toda la mañana, escuchando en bucle la canción elegida mientras buscaba fotos del lugar donde tocarían para saber cómo era el escenario y hacerme una idea de lo que podría o no podría hacer. Mientras iba memorizando compases, estribillos y demás, me di cuenta de que la canción elegida pedía a gritos algo distinto a un clip de una actuación al aire libre. Volví a contactar, les conté lo que pensaba, algo que se resume en: “Esta canción pide a gritos una roadmovie. Elegid otro tema para esta noche”.

“Tú a Texas”, como ya he dicho, es un grupo de country, y la mayor parte de su repertorio en directo son canciones míticas de este estilo musical yankie. Esa noche solo iban a tocar otra canción propia. Cambio de planes, de canción, y empezamos de nuevo. Escuchar en bucle, memorizar cada parte, si se repetían estrofas, etc., y planificar mentalmente qué planos coger y de quién en cada momento. Y digo mentalmente, sí, porque lo fui haciendo todo mientras conducía camino del lugar: el Café Bar Goya de Tudela de Duero. Media hora de camino concentrada en la música y en no pasarme el desvío, menudo estrés, y es que aún no lo he mencionado pero solo la tocarían una vez. Un intento y una cámara, eso es como hacer equilibrio sobre un alambre a veinte metros sin red y, si me apuras, con unas copitas de más. Para compensar esta falta de medios y preproducción, solo podía hacer una cosa, grabar recursos del resto de canciones (sin que se notara mucho que era otra canción), de cómo se preparaban, cómo recogían, de los instrumentos…

Al final, y a pesar de que como cámara todavía dejo mucho que desear (a mi parte editora se le iban los demonios con la mierda de planos que le llegaron), el resultado es más que decente. Bueno, me voy a permitir eso de venirme arriba arriba. Qué narices, ha quedado fenomenal, y el siguiente, porque habrá más, será mejor. Mundo audiovisual, prepárate, que vuelvo. De momento comenzaré con pequeñas colaboraciones, ya sabéis, necesito entrar en calor primero. 😉

Mil gracias a los chicos de “Tú a Texas” y, por supuesto, a mi cari. He disfrutado cada segundo. Y, ahora, sin más dilación, os presento la canción del otoño. ¡Dentro vídeo!