
Hoy voy a hablar de un tema que no toco desde hace mucho tiempo: la literatura lésbica. “¡Pero si dijiste que eso no existía!”. Lo sé, lo sé, y sigo pensando lo mismo, más o menos. ¿Qué pasa?, todo el mundo tiene derecho a matizar sus opiniones, ¿no? Puede que crea que la literatura lésbica como género no exista, que solo sea una etiqueta, pero si nos ponemos a definir qué significa esa etiqueta y qué tipos de libros son los que se definen por ella, se podría llegar a la conclusión de que, tal vez no sea un género, pero sí un subgénero de la novela romántica. Así que, tendríamos, por ejemplo, romántica hetero, romántica lésbica, etc. Esta conclusión no es mía, es de una escritora de novelas lésbica majísima que compartió conmigo una conversación muy interesante. Y, bueno, me hizo reflexionar.
A. M. Irún, otra escritora de literatura lésbica, lanzó hace tiempo en sus redes una encuesta dirigida a sus lectoras tipo sobre qué les gustaría encontrar en este tipo de novelas. En concreto, dicha encuesta tenía tres preguntas:
- ¿Cuántas novelas lésbicas has leído este año?
- ¿Qué echas en falta en la literatura lésbica?
- ¿Qué valoras en la literatura lésbica?
Por goleada ganó el deseo de encontrar mayor variedad en las tramas, seguida de una mejor calidad literaria y diversidad en los personajes, entendiéndose esto último, creo yo, por el exceso de mujeres perfectas físicamente y exitosas en lo laboral (vamos, guapas y ricas) en este tipo de novelas. Los clichés en la novela romántica (y en los demás tipos de género, que lo sepáis) son de sobra conocidos y reconocidos y el problema que tienen es que a veces cansan. A mí, al menos, hace mucho tiempo que me aburren mortalmente, tanto que no sigo leyendo, lo siento, tengo poco tiempo y muchas lecturas pendientes.

Bien, ya tenemos claro que la etiqueta “novela lésbica” se dirige casi exclusivamente a historias con mujeres que se quieren. Y, también, que a sus lectoras les gustaría encontrar, entre otras cosas, más diversidad en las tramas. Pues a mi mente vino rauda y veloz la solución a esto: para conseguir tramas nuevas sin dejar de lado que las protagonistas sean mujeres que aman a otras mujeres, una forma perfecta sería abrazar otros géneros. Novela histórica, negra, contemporánea, de ciencia ficción, de fantasía, de terror… Además, dentro de cada uno de esos géneros hay muchos subgéneros con sus particularidades, sus arquetipos y sus reglas. Y algo más maravilloso todavía, se pueden mezclar, el terror puede ser contemporáneo o histórico. La ciencia ficción estar aderezada con fantasía. Etcétera, etcétera, etcétera. ¿Veis?, facilísimo. ¡JA!

Las etiquetas tienen una función muy específica: que encuentres con facilidad lo que buscas. También tienen un gran problema: que para la mayoría de la gente, la que se encuentra dentro del gran público, algunas están asociadas a unos clichés que les espantan. Clichés que no se corresponden con la realidad o que hace tiempo intentan dejar atrás. ¿Cuántas novelas superventas son vendidas como ficción especulativa porque si usas ciencia ficción la mayoría de lectores van a pensar en marcianitos? ¿Cuántas como trepidante o te dejará sin aliento en vez de novela de terror? Ay, si yo te contara la de vueltas que dan para no mencionar ciertos géneros… tal vez otro día.
En los últimos años, ya lo he comentado antes, han surgido muchas escritoras (y escritores) cuyas historias se engloban en géneros como la fantasía y la ciencia ficción (o en otros que encontrarías en la sección de narrativa de cualquier librería) y están llenas de personajes diversos, como mujeres que aman a otras mujeres. Estas escritoras (y escritores) son más de las que parecen, pero todas tienen el mismo dilema: usar o no usar la etiqueta LGTB+. Porque las lectoras de literatura lésbica, al final, acaban comprando la novela romántica de siempre con mayor frecuencia. Porque los lectores de otros géneros piensan que toda novela con personajes LGTB+ siempre girará en torno a la condición LGTB+ de los mismos y menudo rollo de panfleto. Y, al final, el cliché y el estereotipo ganan. Una pena.

Sí, es una pena, pero yo no me rindo. Editoriales de género (fantasía, ciencia ficción y terror) publican muchos libros con protagonistas diversos, aunque su público objetivo es muy específico y pocas novelas de género llegan a las grandes librerías. Por otro lado, las editoriales LGTB+ de un tiempo a esta parte ya editan novelas de género que intentan (y lo consiguen) enriquecer y dar variedad al subgénero lésbico o gay o LGTB+. Aunque, todo hay que decirlo, en su catálogo por cada novela, pongamos de fantasía, que publican, sacan cinco o seis de romántica. No pasa nada, no importa. Porque poco a poco estamos construyendo un puente entre los lectores de género, los llamados frikis, y los de novela LGTB+ (y muchos, muchísimos son ambas cosas). Por ejemplo, cuando librerías especializadas en lo fantástico colocan en su estante principal, bien visible, una novela editada por LES editorial o EGALES. Y, también, cuando librerías como Berkana hace lo mismo con historias publicadas por Amor de madre o Nocturna editorial. Tampoco me quiero olvidar de los y las autoras que se autopublican y usan plataformas como amazon o lektu. Ellos y ellas son legión. Buscadlos, no seáis vagos, dadles una oportunidad.

Romper barreras es muy difícil, destruir los prejuicios más, sobre todo si no tienes grandes altavoces que te ayuden a cambiarlas por jardines enormes con merenderos, pistas para jugar al baloncesto, rutas de senderismo y espacios para volar cometas.
Del dicho al hecho hay mucho trecho, eso dicen. Pues aquí mi granito de arena o mis piedras para el puente. Compartiré más a menudo mis lecturas de género con toque lésbico (o LGTB+), dando mi opinión sincera sobre ellas, palabrita. Porque la otra parte, la de escribirlas, esa no pienso dejar de hacerla. Ya lo siento, pero siempre, siempre, tendrán personajes LGTB+, ya sea en naves intergeneracionales o en ciudades malditas, tengan dragones en miniatura, brujas, princesas, vampiros o viajes temporales. Es que soy así de rebelde, leo lo que me da la gana y escribo lo que me da la gana. 😛
P.D.: La escritora majísima que mencioné en el párrafo inicial, escribió esta maravilla (portada y enlace a continuación). ¡Leedla!, me cago en…

Yo misma soy de las que empezaron escribiendo romances lésbicos. Bueno, en realidad son más drama o sentimental que romance pero con escenas cochinas, pero el caso es que empecé con ellas porque en ese momento era lo que quería: historias sobre mujeres descubriendo su sexualidad y pasándolo bien en el dormitorio. Y porque en el fondo me gusta el salseo. Parece una tontería porque en realidad es muy de cajón, pero tardé un tiempo en descubrir que también se podían incluir personajes sáficos sin que la historia girase en torno a su condición… ¡y que encima podían ser de fantasía, que es mi género favorito! La mayoría de historias que tengo de este tipo aún están ocultas en algún cajón (real o metafórico), pero existir, existen.
¡¡¡Pero Kate!!! Yo quiero leer esas historias de fantasía con salseo sáfico. Que te los compro todos. 😂😂
Yo también pasé por la fase de querer leer romances lésbicos y cuántos más leía menos me gustaban porque… (corramos un tupido velo). Por fortuna, las cosas han ido cambiando poco a poco.
P.D.: ¿Y a quién no le gusta el salseo? 😉
Pues no hay mucho salseo, pero el protagonista de mi relato de Cylcon I tiene dos mamis
Tampoco tiene que haber mucho que lo mucho cansa, solo lo justo. 😉