
Arquitectos o jardineros. De mapa o de brújula. Así definen algunos a los tipos de escritores que existen, existieron o existirán. Lo que al final vienen a decir es que hay dos tipos: los que planifican todo antes de escribir y los que escriben sin más dejándose llevar por la inspiración. Son dos categorías demasiado definidas como para que todo el mundo que se dedica de un modo u otro a “juntar letras” quepa en ellas. Porque, como bien dice el refrán, cada maestrillo tiene su librillo. Así que, los habrá meticulosos hasta la obsesión al crear y diseñar su mundo imaginario, aventureros que se lancen con el equipaje mínimo y avancen, retrocedan y cambien de rumbo siguiendo su instinto y, también, un montón más que estén entre una y otra clase, más cerca de la primera que de la segunda o viceversa. Aunque, a veces, yo creo que son las historias las que eligen qué quieren ser, qué necesitan.
Un día cualquiera del marzo del año pasado tuve una crisis “escritoril”. No me refiero al clásico bloqueo, me refiero a una especie de ansiedad, un ansia viva, como diría cierto cómico. Necesitaba terminar algo, lo que fuera, escribir algo cortito que empezara y acabara rápido, para soltar esa sensación de no avance, de no hacer nada provechoso, de no conseguir llegar a algún sitio. Escribir es una carrera de fondo, leí en algún libro o blog sobre escritura, y el fondo está muy al fondo.
¿Dónde encontrar una idea para un relato? Pues en un ejercicio de escritura. Fui directa a la web de Literautas y entre los muchos retos que se pueden encontrar allí me paré en uno de su Taller literario. Era muy sencillo, escribir una historia con el título de “La maldición”. Pensé que era muy sugerente, que daba mucho juego. Una maldición, una maldición… A mi mente vino una imagen: una mano extendida. Así comenzó, con una mano ofreciéndose a otra para que volviera a lugar seguro. Acabé el relato de dos hermanas, una mayor que otra, que vivían en una ciudad subterránea porque no podían ver la luz. La hermana pequeña se había escapado, quería contemplar el amanecer. El sol salía tras otra ciudad que estaba en la superficie y que crecía hacia arriba. La ciudad de los otros, los que vivían solo de día. Dos mundos opuestos, separados, que creen lo mismo: que el otro lugar es peligroso, que los otros son monstruos y que la luz o la oscuridad les hará algo terrible.
Cuando lo acabé no me quedé a gusto, porque… No sé por qué, el caso es que pensé, ¿y si hago otro relato espejo de este? Igual pero diferente, contado desde la perspectiva de la ciudad de luz. En el primero eran dos hermanas, así que en el segundo serían dos hermanos… ¡Gemelos! Uno también se escapaba para ir a la ciudad subterránea, pero para hacer una gamberrada y arrastraba a su otro hermano con él. Al final conseguí dos relatos en vez de uno y a dos niños que acaban atrapados en el mundo del otro. Y me quedé satisfecha hasta que alguien me dejó un escueto comentario: “¿Cuándo continúa?”. “La maldición” solo iba a ser dos relatos, un ejercicio literario para liberar estrés, pero meses después volví a despertarme con una necesidad: satisfacer aquella pregunta.
Sé a dónde quiero llegar y mis personajes me muestran el camino. Ellos son mi brújula y a medida que avanzo descubro el mapa, como si este fuera un papel mágico aparentemente en blanco pero que, cuando caminas, su tinta mágica se va revelando. Aún me queda un montón de espacio que descubrir y no pienso parar hasta conseguirlo. Sé que haciéndolo así un relato tan extenso acaba conteniendo errores, incoherencias o carencias. Quizás tendría que detenerme y construirlo de una forma más ortodoxa y solo mostrarlo cuando estuviera completo, bien revisado y corregido. Pero nació y creció así, entrada tras entrada (y ya van trece), y me temo que si me paro, si elimino de la ecuación esa motivación que es ir publicando capítulo tras capítulo a un ritmo decente, nunca llegaré al destino.
Así que, “La maldición” continuará en este humilde blog hasta el final. Y, después, si me quedan energías, lo revisaré, corregiré y mejoraré, y el resultado lo publicaré todo juntito para quien lo quiera. Lo sé, cari, no vas a poder leer más hasta que esté completo porque a ti lo que te da es otro tipo de ansia, la de leer y leer para saber cómo acaba. No pasa nada, cari, solo vas a tener que resistir la tentación hasta que publique la última entrada, el capítulo final. Me pregunto si podrás. 😛
¡Feliz día del libro a todos!
P.D.: Vuelvo a mi ritmo de publicación normal. Es que no me da la vida. 😉
Nunca había pensado lo de que a veces es la propia historia la que te pide ser «de mapa» o «de brújula», pero la verdad es que tiene sentido. Yo me considero más bien de brújula porque, si me paso demasiado tiempo planificando una historia, cuando llega el momento de escribirla ya estoy saturada de ella. Sin embargo, muchas veces me he hecho guiones o resúmenes de futuros capítulos, aunque fuera solo para una parte de la historia.
También te entiendo perfectamente en lo de la motivación que supone ir compartiendo un escrito capítulo a capítulo. Creo que las primeras cosas que conseguí terminar fueron precisamente por eso: porque cuando sabes que alguien te lee, las ganas de continuar se mantienen vivas más tiempo. Tendré que echar un vistazo a «La maldición»…
Yo, la verdad, es que si me tengo que definir, tiendo más a brújula que a mapa, me pasa un poco como a ti. Aunque yo creo que, al final, depende mucho de la historia, de la extensión y de la dificultad de la trama y las subtramas. A veces se necesita un pequeño esquema o una escaleta para no perderte, no olvidarte de cosas y no meter la gamba.
Deseando que le dediques un poco de tu tiempo a «La maldición» y que compartas tu opinión. Sea la que sea. Toda crítica es bienvenida.
Gracias por comentar. 😀