De abrir cajones (5ª parte)

Allí estaba, impreso en papel reciclado y encuadernado, el segundo borrador de su primer, vamos a llamarlo manuscrito. Sí, allí estaba, sobre la mesa de escritorio desde hacía varias semanas, desde que decidió que había llegado la hora de sacarlo del cajón y empezar a convertirlo en tercer versión. ¿Por qué seguía allí, dándole el aire y la luz, pero también muriéndose del asco? Porque no era capaz, ya no de pasar las páginas, sino de levantar esa primera tapa de plástico transparente. Porque cada vez que lo intentaba y separaba un poco, poquitísimo, la página con el título impreso de la siguiente página, tenía la certeza de que, como poco, se desataría el infierno, o lo que es lo mismo, el horror en forma de basura literaria.

—Venga, va, no puede ser tan terrible —dijo mientras volvía a intentar desplegar la primera página.

—NO LO HAGAS —interrumpió una voz.

—¿Eh? Me cago en… —dijo mirando a su alrededor sobresaltada, pero, claro está, no vio nadie. Respiró, se tranquilizó y lo intentó de nuevo.

—NO MERECE LA PENA Y LO SABES.

—¡Mierda! ¡Jod… jolines! ¿Ya empezamos con eso de salir de la nada y por la espalda? —se quejó buscando con la mirada por todos los rincones, sobre todo si esos rincones se encontraban tras ella —. ¿No podéis aparecer como personajes civilizados y con un poco de consideración? Porque provocándome un síncope no conseguiréis que termine este dichoso, vamos a llamarle libro.

—HABLANDO DE PERSONAJES.

—Ya estamos… ¿dónde estás? Da la cara… imaginaria.

—QUE PORQUERÍA DE PERSONAJES, YO LO SÉ, TÚ LO SABES. DESCOMPENSADOS, PLANOS… QUE TÚ INTENTABAS REIRTE DE LOS ESTEREOTIPOS Y TE HAN SALIDO MALAS CARICATURAS. ¿Y ESAS DESCRIPCIONES? AY, QUE ME DA LA RISA.

—Vale, ¡ya está bien!, ¿quién mierda eres?

Tranquila, solo es una voz en tu interior —dijo su habitual voz interior.

Mira, igual que tú.

Que más quisiera ella.

—QUE MÁS QUISIERAS TÚ.

—¡Que te calles!

Y sus voces interiores comenzaron a intercambiar palabras como quien intercambia tortas. Y como toda discusión que sucede básicamente dentro de tu mente entre personalidades contrapuestas con un ego descomunal, acabó dándole dolor de cabeza y unas ganas terribles de…, de…, de comer chocolate, negro con virutas de naranja si nos ponemos exigentes.

—¿No crees que en tu cabeza hay demasiadas cosas, queremos decir, personas imaginarias? —dijeron varias voces al unísono. Voces de príncipes y algún que otro villano; voces de princesas y, también, de meigas —. Tienes que dejarnos ir.

A su espalda estaban todos y todas, príncipes y no tan príncipes, princesas y no tan princesas; y ya que ella no era capaz ya no de pasar las páginas sino de levantar la primera tapa, esa de plástico transparente, ellas y ellos con sus manos imaginadas al detalle, acompañadas de brazos y de cuerpos y de una sincera voluntad de ayudar a su creadora, lo hicieron por ella. Que puede que esa voluntad más que sincera fuera interesada, interesada en no volver al cajón, pero ahora que las letras estaban frente a sus ojos de persona de carne y hueso, pues qué iban a hacer si no es ponerse a leer.

—MENUDO TRUÑO, JAJAJA…

La risa burlona y sin compasión reverberó en el aire, interminable e implacable, pero se oyeron tres golpecitos en el suelo, uno, dos y tres, de bastón mágico de bruja joven y pelirroja vestida de negro abuela y, fíjate tú por donde, la risa convertida en eco eterno se dio un “hostión” épico.

—Hala, a callar —dijo la bruja —. Y tú a lo tuyo, venga.

—A sus órdenes, jefa.

La bruja de particular gusto en el vestir sonrió de medio lado como buena bruja satisfecha de sí misma.

—Empieza por el rojo —apuntó la bruja—. Siempre hay que empezar por el rojo.

Y así lo hizo, cogió el bolígrafo rojo y…

—En voz alta.

—Ay, que sí, que sí, en voz alta.

Y, bueno, comenzó a leer en voz alta rodeada de personajes dispuestos a darle lo suyo a la petarda que hablaba en mayúsculas en cuanto se le ocurriera poner siquiera la raya esa del dialogo.

 

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2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. La Bruja del Pilot Rojo dice:

    ¿Desde cuándo soy pelirroja? 😮

    1. Desde nunca querida Maese, esa bruja no eres tú y hasta aquí puedo leer, digo escribir. 😛

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